Iter Avto: el primer navegador para autos en los años 20

 
Hoy en día, con un simple clic en el celular, un mapa nos lleva de un punto A a un punto B con precisión satelital. Pero mucho antes de Google Maps, de los satélites e incluso de las computadoras modernas, existió un curioso invento que prometía revolucionar los viajes en automóvil: el Iter Avto, el primer navegador para autos de la historia.

Un GPS… de los años 20

El Iter Avto nació en Italia a fines de la década del 20 y fue patentado en 1930. Se trataba de un dispositivo mecánico instalado en el tablero del coche, que funcionaba de manera sincronizada con el velocímetro. En su interior, llevaba un rollo de mapas que se desplazaba lentamente conforme el auto avanzaba, mostrando el recorrido al conductor en una ventanilla superior.

En esencia, era un GPS analógico: no tenía satélites ni señal digital, pero transmitía la ilusión de que el mapa avanzaba junto al viajero.

El encanto de lo analógico

Claro, el sistema tenía sus limitaciones. Solo funcionaba si uno seguía exactamente la ruta para la que el rollo estaba preparado. Un desvío o un cambio de camino lo convertía en un objeto inútil. Pero más allá de lo práctico, lo fascinante es el espíritu que encierra este invento: una época en la que los ingenieros soñaban con hacer viajar a los mapas junto al conductor, mucho antes de que la tecnología pudiera hacerlo realidad.

Imaginemos por un momento un viaje en los años 30, por carreteras polvorientas, con el Iter Avto en el tablero. El mapa que avanza lentamente mientras la ruta se abre frente a los ojos del viajero… Un gesto poético, una promesa de futuro, un puente entre la aventura y la tecnología.

De los rollos al GPS

Hoy, la precisión de nuestros navegadores digitales hace que el Iter Avto parezca un juguete ingenuo. Sin embargo, este aparato fue un precursor visionario: marcó el inicio del camino hacia lo que hoy conocemos como navegación asistida.

Cada vez que abrimos Google Maps o Waze, vale la pena recordar que, hace más de un siglo, alguien ya soñaba con que los mapas pudieran desplazarse solos, acompañando al viajero en su aventura.

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