Ibn Battuta: El viajero que solo quería conocer

Cuando pensamos en grandes exploradores, muchos recuerdan a Marco Polo. Pero pocos conocen a Ibn Battuta, un viajero marroquí del siglo XIV que recorrió más de 120.000 kilómetros, desde el norte de África hasta China, pasando por lugares que ni siquiera figuraban en los mapas europeos de su época.

El inicio de una odisea:

En 1325, con apenas 21 años, Ibn Battuta partió de su ciudad natal, Tánger, con la intención de cumplir la peregrinación a La Meca (hajj). Lo que iba a ser un viaje de unos pocos meses se convirtió en una aventura de casi tres décadas. Visitó cerca de 44 países actuales, atravesó desiertos, cruzó océanos y se integró en culturas muy diferentes a la suya.

Anécdotas que sorprenden:

1. El accidente con el camello
Mientras atravesaba el desierto del Sahara, Ibn Battuta cayó de su camello y estuvo a punto de morir de sed. Fue rescatado por una caravana que pasaba por casualidad, algo que él mismo describió como un milagro.

2. Un juez en tierras lejanas
En la India, fue recibido por el sultán de Delhi, quien, impresionado por su educación, lo nombró qadi (juez islámico). Ibn Battuta aceptó, aunque confesó que muchas leyes locales le resultaban tan extrañas que debía aprenderlas sobre la marcha.

3. Naufragio en las costas de Sri Lanka
Mientras viajaba hacia China, sufrió un naufragio que lo dejó sin pertenencias. Pese a ello, decidió continuar su ruta, llegando a la ciudad de Quanzhou y describiéndola como un puerto de riquezas deslumbrantes.

4. El regalo de un esclavo como “mapa viviente”
En Maldivas, la reina le regaló un esclavo que conocía a la perfección las rutas marítimas del océano Índico. Ibn Battuta lo llamó su “mapa viviente” y gracias a él pudo navegar con seguridad entre islas remotas.

El legado del gran viajero

A su regreso a Marruecos, dictó sus memorias en un libro conocido como la "Rihla" (“El viaje”), donde relató con asombroso detalle las ciudades, gentes y costumbres que conoció. Gracias a este testimonio, hoy podemos imaginar cómo era el mundo medieval visto a través de los ojos de un explorador incansable.

Ibn Battuta no viajaba solo para comerciar o conquistar, sino para conocer. Su curiosidad lo llevó más lejos que a la mayoría de sus contemporáneos, y su historia es un recordatorio de que, a veces, el verdadero destino no es un lugar… sino el viaje en sí mismo.

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